Mi experiencia en el Symphony of the Seas, el crucero más grande del mundo

El mar es toda mi vida” decía el gran Rafael Alberti.

Como isleña, no concibo la lejanía del mar. El mar me pertenece, me alimenta, me cura. También me enseña, como a Pablo Neruda. Resuena en mis oídos, como le pasó a Virginia Woolf, aunque a veces cuesta oírlo por el ruido: “¡Dime qué dices, mar, qué dices, dime!”, imploraba Unamuno.

“Qué inapropiado llamar a este planeta Tierra cuando es claramente un océano” (Arthur C. Clarke). Los mares y océanos son más del 70% de nuestro mundo. ¿Será por eso que ha sido, es y será siempre una fuente inagotable de inspiración?

Mi patria es una isla, como decía el poeta canario Nicolás Estévanez. Pero aunque presuma de mi espíritu isleño, ningún mar es igual. Hace unos meses cambié por unos días mi amado Atlántico por el cálido Mediterráneo, el que baña las costas de mi querida Málaga. Ay Andalucía, ¡siempre me cautivas! Y allí, a lomos de un gigante, el crucero más grande del mundo, descubrí una nueva forma de sentir el mar.

Desde que tengo uso de razón he viajado en barco. Supongo que la insularidad ha hecho que me acostumbre ya a esta forma de moverme entre mis queridas Islas Canarias. Pero tuve que esperar 34 años para subirme por primera vez a un crucero. La ignorancia a veces juega malas pasadas. Y la chica de espíritu isleño, siempre prefirió otras formas de viajar. Así que fui posponiendo la experiencia durante años. Ya llegaría el momento de probarlo. Pero, por casualidades de la vida, por suerte, quizás el destino, quién sabe, Royal Caribbean llamó a mi puerta. La propuesta era tentadora: vivir una experiencia de dos días a bordo del crucero más grande del mundo, el Symphony of the Seas. Y yo, halagada, ansiosa de nuevas vivencias, dije sí. Y ahí comenzó esta experiencia que hoy comparto contigo: mi primera vez en un crucero, y no en uno cualquiera, el más grande del mundo! La espera, valió la pena.

Me subí al Symphony abrumada y excitada, cual niña pequeña el día de Reyes. No terminaba de creerme que un barco pudiera tener 7 barrios, 16 cubiertas, un teatro, una pista de patinaje sobre hielo, casino, spa, un parque con 12.000 plantas tropicales, tirolina, discotecas, 20 restaurantes, más de 10 piscinas y jacuzzis, el tobogán más grande en alta mar… y tantas tantísimas cosas más…  que me daba hasta miedo perderme dentro. Y también pena de no tener tiempo para disfrutar de todo lo que ofrecía.

Una isla de aventuras sobre el mar

Siempre se dice que el viaje no es el destino, sino el camino. Y en esta ocasión esta frase cobró más fuerza que nunca. El Symphony of the Seas se convirtió durante dos días en mi isla en movimiento sobre el mar. Una gran ciudad con un sinfín de planes.

Al toque siempre romántico de navegar, se unía aquí la calma de los ratitos al sol, los momentos de relax en los jacuzzis y la adrenalina de las atracciones de aventura, como los toboganes acuáticos, el surf (FlowRider) o la tirolina.

Y sin olvidarnos del Ultimate Abyss, un tobogán enorme que presume de ser el más grande en el mar. Sí, impone mucho. ¡Pero es un pasada! Te deslizas sobre él con las piernas dentro de una especie de funda, y mientras desciendes a oscuras, miles de luces de colores te rodean por todas partes. Me costó un ratito y muchos nervios decidirme (sí, soy muy aventurera, pero también tengo que vencer miedos y nerviosismo) y menos mal que finalmente me animé… ¡fue brutal!

¿Pero que son unas buenas vacaciones sin fiesta? Aquí la tienes diurna o nocturna, de esas con cóctel en mano y disfrutando de buena música en vivo.

Suma a todo esto deliciosas comidas en restaurantes que parecen sacados de una revista, un espectacular show de patinaje sobre hielo que me puso los pelos de punta, y rematado con una de las cosas más flipantes que he visto en mi vida: un robot que te sirve cócteles. Sí, lo que lees. Bionic Bar. Recuerda este nombre porque te vas a acordar de mis palabras cuando vivas la experiencia en primera persona. Una tablet para ordenar tu bebida, un brazo robotizado que coge la dosis exacta de cada botella que cuelga del techo, una mezcla perfecta, y ¡tachán! la bebida llega hasta tu mano a través de una cinta transportadora.

Atardecer y amanecer en el mar

Cuando viajo a cualquier lugar del mundo, aparte de visitar los principales monumentos y atractivos turísticos, siempre busco rincones de ensueño desde los que disfrutar de la puesta de sol. Sí, soy consciente de que me estoy descubriendo en este post como una gran romántica, amante del mar y de los atardeceres. Pero, ¿acaso alguien aquí no disfruta de estos placeres de la naturaleza y de la vida? Seguro que tú que me estás leyendo también lo haces. Al final no somos tan distintos tú y yo.

Lo que más me impactó de este viaje en el Symphony fue disfrutar de los atardecer en el mar. No en un hotel cerca del mar, no en una playa a orillas del mar, no en lo alto de una montaña divisando a lo lejos el mar… no. EN el mar. En la misma inmensidad del mar. Y déjame decirte que es algo maravilloso.

Nunca había dormido tan plácidamente, dejándome arrullar por el sonido de las olas, que se colaba desde el balcón inundando cada rincón del camarote.

Y qué decirte del despertar. Cómo poder expresar aquí la magia de ver un amanecer así. Saltar de la cama, ponerme el bikini y disfrutar de las vistas desde el balcón.

Ya me he cargado el SEO de este post (sí, escribir en un blog no sólo es compartir experiencias, es también saber cómo contarlas para que lleguen a más gente), pero esta vivencia bien merecía otro tipo de relato, uno más sincero, reflexivo y experiencial.

Así son las primeras veces. Se viven con intensidad. Se descubren con curiosidad. Se recuerdan siempre. Y cuando las vives, según lo que sientas, decides si quieres repetir o no. Mi primera vez ha sido mágica. Ha sido especial. Me ha sorprendido. Me ha cautivado. Sí, repetiré.

No se cruza el mar sólo mirando el agua. El mar es melancolía y es también alegría, es reflexión y sobre todo es pasión. Hace ahondar en los pensamientos y en los sentimientos, es inevitable, el mar se mete dentro.

Gracias Royal Caribbean por descubrirme una nueva forma de sentir el mar, pero también una nueva forma de viajar y de disfrutar. Estoy convencida de que será la primera de muchas.

¿Y tú? ¿te vas a animar a vivirlo? ¿lo has hecho ya alguna vez? Cuéntamelo en los comentarios. ¡Será un placer leerte!

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El Symphony of the Seas realiza hasta el 13 de octubre itinerarios de 7 noches por el Mediterráneo, desde Barcelona, con escalas en Palma de Mallorca (España), Provenza (Francia), Florencia, Pisa, Roma y Nápoles (Italia). A partir de esa fecha el crucero realizará sus itinerarios desde Florida, durante 12 noches.

En la web que te he enlazado arriba tienes también toda la información de lo que el crucero ofrece, de todos los servicios, tarifas, tipos de camarotes, etc…

Este viaje inaugural fue organizado por Royal Caribbean, al que asistieron periodistas, bloggers, influencers y agentes de viajes de distintos países.

7 comentarios en «Mi experiencia en el Symphony of the Seas, el crucero más grande del mundo»

  1. No,nunca me he ido de crucero pero sólo como lo has contado,con ese sentimiento y las ganas,me he sentido como si hubiera estado ahí!!!!! Que ganas de un crucero!!!!!! 😍😍😍😍

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  2. Lo recomiendo he tenido la oportunidad de 2 veces disfrutar los cruceros con royal caribbean.. El sinfonia de los máres espectacular…lo hicimos en febrero de 2020..encantados quisiéramos repetirloo

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  3. Mi pasión son los cruceros ya hice 4 y en Marzo mi primer trasatlantico en medio de la pandemia. Espero volver a subir a uno de estos gigantes muy pronto.

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