Visitar una ciudad en Navidad es tan diferente. He vivido Acción de Gracias y Halloween en Nueva York, aunque me perdí el encendido del árbol de Navidad del Rockefeller, pero lo cierto es que nunca había podido adentrarme en los famosos mercadillos de navidad de alguna gran ciudad. Puede que fuera por eso que disfruté en París como una enana. Le dije a Vero: por qué no hemos venido aquí todas las noches? no lo entiendo! Bueno, la verdad es que el cansancio podía con nosotros al terminar la jornada, y sólo apetecía volver al hotel.
Pues bien, sólo una noche -la última- visitamos el mercadillo de los Campos Elíseos. Me enamoré. Las luces, el ambiente, la comida, dios.. los dulces!!!!!! Una pasada!!! Nos deleitamos con un gigantesco gofre de chocolate y frutas. Me faltó probar los bocadillos de salchicha, pero es que no me cabía nada más!!! Allí se pasa el tiempo volando, hay tanto que ver y curiosear. Encuentras de todo, desde ropa, hasta curiosidades para regalar, libros, chocolate a granel, etc…
Fue tal la emoción que hasta cayó una vueltita en la Noria. Sí, maldije la hora una vez que estuve arriba… qué miedo pasé (no me gustan nada las norias), pero qué vistas (lo poco que pude ver, y en su mayoría a través de la cámara jejeje).
En definitiva, fue una experiencia que quiero y voy a repetir. Así que espero que Ricky tome conciencia de que igual nos tocan un par de escapaditas navideñas en los próximos años! jeje
Pero no sólo se pueden visitar los mercados navideños durante la noche, sino durante todo el día. Así, el penúltimo día del viaje, nos topamos por casualidad con un mercadillo en la zona de la Defense, frente al Gran Arco. Allí degustamos los deliciosos chichis (lo que nosotros llamamos churros) con azúcar.