El sábado deje atrás el estrés, la suciedad, la inseguridad, pero también el encanto de Casablanca para adentrarme en lo más profundo de Marruecos, para ir a casa de mi amiga en un pueblito en mitad del desierto, llamado Tan Tan.
El trayecto en guagua (bus) duró cerca de 14 horas, pese a que en principio tenía previsto que fueran unas 9. Tres o cuatro paradas y kilómetros y kilómetros de carretera, pasando por Marrakech, Agadir y atravesando el desierto del Sáhara. Los pies hinchados, la espalda destrozada, pero metida de lleno en una aventura sin duda irrepetible. Dicen que la mejor manera de conocer un país y una cultura es viviéndolo como lo hacen sus gentes y mi viaje sin duda camina en esa dirección.
Aún no me he quitado mi corona de princesita europea y sigo quejándome de ciertas cosas, pero en general me he ido adaptando bastante. Sigue sin gustarme como huele esto, sigue molestándome que la gente eructe delante de los demás y siguen sorprendiéndome los baños y las casas… Pero al mismo tiempo sigo encantada con la hospitalidad, sigo probando y saboreando las comidas… Y disfrutando de esta experiencia lo máximo que puedo. Además en estos días voy a aprender a preparar te y algunos platos típicos!!
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