Si algo me asustaba de esta aventura era pensar en mi alimentación. Vivir con una familia marroquí no deja demasiada libertad a la hora de alimentarse, pues aunque siempre esta la opción de Mc Donald (siempre lleno de gente por cierto) o de algún restaurante, lo cierto es que sentarse a la mesa y rechazar la comida puede resultar toda una ofensa para los anfitriones.
Pues bien, todos mis miedos desaparecieron al probar la comida marroquí. Si bien es cierto que no todo me gusta, estoy disfrutando bastante con la gastronomía local. Hasta el punto de que, lejos de lo que esperaba, puede que después de un mes aquí vuelva con algún kilito de más.
Lo más delicioso:
Soy una declarada amante de los dulces así que el batpot me encanto desde que lo probé por primera vez. Al principio pensé que era tortilla, pero resulta que son una especie de tortitas que ya he aprendido a elaborar y que para deleite de mis amigos y familia preparare a mi regreso.
Son muy fáciles de hacer. Tan sólo llevan harina, pan rallado y un poco de levadura, luego se añade un poco de agua con azúcar y a amasar. Cuando la masa este uniforme se separan pequeños pedacitos en forma de bola y se dejan reposar 10 minutos. A continuación se aplanan dándoles forma de tortitas y se vuelven a dejar reposar otros 10 minutos. Finalmente se cocinan en un sartén, con unas gotas de aceite y luego al servirlas se les pone un poco de aceite por encima. Si al comerlo le añaden un poco de mermelada estará aún mejor. También se preparan rellenos de tomate, jamón, atún… Lo que se quiera poner según el gusto de cada uno. Es una delicia. Aquí se come tanto en desayunos como en cenas.